¿Cuántas veces nos aferramos a cosas, momentos, lugares y personas? Pasamos nuestros días pensando en lo que fue y no volverá, recordando lo felices que éramos. Se vive de recuerdos, en ese pasado que cada vez es más lejano. Nos quedamos atascados en la felicidad del ayer sin tener la valentía de buscar esa felicidad y bienestar en el presente. Ese miedo al cambio, a lo nuevo y desconocido nos lleva a quedarnos en lo “cómodos y estables” que estábamos.
Decir adiós a nuestra niñez, a los amigos que hoy se alejaron de nosotros (pero que nos hicieron muy felices), a ese primer amor, a ese mundo donde todo era risas espontáneas, salidas, diversión y la única responsabilidad era pasar de grado.
El camino a la adultez duele, crecer duele. Nuevas responsabilidades, nuevos objetivos, muchas presiones, responder nosotros mismos por nuestros errores, miedos, inseguridades.
Animarnos a vivir el presente y despegarnos de nuestras antiguas vivencias es un camino con muchas piedras y tragos amargos, pero sin duda cada etapa tiene su lado positivo, solo hay que tomar valor y “salir del cascaron” para descubrir lo maravilloso que puede haber a nuestro alrededor.
Saber levantarse de cada tropezón, aprender de los errores, ser positivos y enfocarnos en nuestras metas para ser lo que queremos ser…. dejando los miedos, prejuicios y el “qué dirán” de lado, confiando en nosotros mismos y así poder construir nuestro propio destino. ª
Muy buena reflexión, estoy totalmente de acuerdo!!! Seguí así!! TKmmm
ResponderEliminar